El dentífrico, más conocido como pasta de dientes, es un producto habitual en nuestra higiene bucal diaria pero no siempre fue así. ¿Conoces cuál fue el primer dentífrico? Hay que remontarse hasta la época de los faraones y el antiguo Egipto para hablar de los orígenes de la pasta de dientes.
La primera referencia data del siglo IV a.C. cuando unos médicos egipcios inventaron una mezcla o lavado bucal compuesto por diferentes materiales como la sal, la pimienta, polvo de piedra pómez, mirra y las flores, entre otros elementos.
El dentífrico o pasta para lavar los dientes evolucionó según cada civilización o cultura. Así los griegos y romanos empleaban orina para enjuagar sus dientes, mientras que los árabes usaban una mezcla más abrasiva basada en raíces y otras culturas mascaban hojas que hacían el efecto de la goma de mascar actual.
No fue hasta finales del siglo XVIII cuando se inventaría el dentífrico moderno, o lo más similar a la pasta de dientes actual. Fue en 1850 y de la mano del farmacéutico y dentista, Washington Sheffield Wentworth, cuando se elaboró el dentífrico de uso doméstico denominándolo Creme Dentrifice. Cuentan algunas fuentes que fue el hijo de éste quien pensó en introducirla en un bote de pintura para que hacer más fácil y limpio su uso.
Sin embargo, no sería hasta 1896, cuando se empezó a comercializar por primera vez el dentífrico en tubo flexible por la empresa fundada por William Colgate, conocida marca todavía hoy por muchos.
La composición de la pasta dental no ha parado de evolucionar desde entonces. En 1914 aparece la pasta dental fluorada pero no es hasta finales de los años 60 cuando es introducida a los países industrializados. Actualmente, el color, sabor y características de las pastas de dientes son muy variadas e incluyen desde agentes limpiadores y blanqueadores, anticaries, para prevenir el sarro o placa bacteriana así como para tratar la sensibilidad dental.
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