En ocasiones, cuando identificamos unos pequeños sustratos en los dientes de forma casi inmediata pensamos que es placa; pero no siempre es así.
Hasta llegar a la formación de la placa hay un paso previo ya que primero se forma una película sobre la superficie de los dientes conocido como biofilm, a modo de aglomerado o sustrato de la flora bacteriana que coloniza nuestra boca y la saliva.
En el caso de no mantener una constante y óptima higiene, esta capa se irá solidificando, mezclándose con los restos de alimento llegando a producir la placa que podría adherirse a la superficie de los dientes y las encías.
Cuando esa placa es más dura, se adhiere más fuertemente al diente, está más colonizada por bacterias y acaba formando el sarro.
Como consecuencia primera de la placa se produce la gingivitis que se identifica con una inflamación y sangrado de encías, tumefacción, mal olor en la boca, etc.
La evolución de esta situación, que es el sarro, provoca un proceso más agresivo de la gingivitis, más difícil de controlar e irreversible que es la periodontitis. La periodontitis es una enfermedad más grave que afecta a los tejidos de sostén del diente, es decir, encía, hueso, ligamento periodontal, raíces del diente y que, como consecuencia última provoca la caída de las piezas dentarias.
¿Qué podemos hacer para prevenir este tipo de situaciones?
Principalmente tener buena técnica, buena higiene, ser constantes en casa así como acudir a nuestro dentista de confianza. Conviene no saltarnos las revisiones periódicas para ver si hay algún tipo de signo que nosotros no seamos capaces de localizar, pero que sí será detectado por un profesional que iniciará el tratamiento que la salud de nuestra boca requiere: limpiezas en profundidad, tratamientos de higiene, pruebas diagnósticas en consulta con el fin de descartar patología más importantes.
Recuerda que para conseguir una buena higiene bucal deberemos utilizar un cepillo en buenas condiciones, por lo que no debemos esperar a que esté desgastado para cambiarlo. De hecho, cada 3 meses es recomendable sustituirlo con el fin de evitar la proliferación de microorganismos y bacterias que podrían afectar a nuestra salud bucodental.
Para elegir el más adecuado a nuestra dentadura conviene que valoremos diferentes aspectos como:
– la dureza de las cerdas optando por uno de dureza media ya que un cepillado agresivo puede dañar nuestras encías y esmalte,
– forma de las cerdas: las hay rectas, curvas o bien ligeramente onduladas,
– tamaño del cabezal: se recomienda optar por uno más bien pequeño, de manera que pueda acceder fácilmente a todos los rincones.
– Mango antideslizante para evitar que durante el proceso del cepillado se nos pueda escurrir cayendo al suelo o bien provocándonos alguna herida.