Hace algunas semanas inicié un ‘Diccionario para ir al dentista’, una serie de post en la que se expliquen algunos de los términos más habituales a la hora de acudir a tu dentista de confianza.
En este post, vamos ya con la segunda entrega que dedicaré a dos de las palabras más comunes en odontología: la periodoncia y la endodoncia.
¿Qué es la periodoncia?
La periodoncia es una especialidad de la odontología que se dedica al estudio de la prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades y condiciones que sufren los tejidos que soportan los órganos dentarios, como por ejemplo las encías. El objetivo es mantener intacta la salud, función y estética de los dientes y sus tejidos adyacentes.
La periodontitis y gingivitis, de las que ya os he hablado en alguna ocasión, son las enfermedades periodontales más frecuentes que afectan a los dientes.
La aparición de la implantología ha provocado que la propia periodoncia sea, igualmente, la encargada de las patologías periimplantares -como la periimplantitis- tanto a la hora de prevenir como a la de tratarlas.
La forma de manifestarse de la enfermedad periodontal es la gingivitis (provoca la inflamación y el sangrado de las encías, aunque sin llegar a dañar al hueso) o la periodontitis, caso en el que sí existe destrucción de la estructura ósea que sustenta al diente. En este último caso, es necesario un tratamiento adecuado y en plazo para evitar la pérdida de piezas dentales.
¿En qué consiste un tratamiento periodontal? Lo que busca es corregir la técnica de higiene, de tal forma que se tenga el control de la placa bacteriana hasta que se eliminen las circunstancias que la causen (sarro, bolsas periodontales y cálculos dentarios).
¿Qué es la endodoncia?
La endodoncia consiste en tratar los llamados conductos radiculares, y en la práctica es toda aquella terapia que se practica en el complejo dentino-pulpar (pulpa dentaria y su dentina) de un diente.
¿Qué es la terapia endodóntica? Es la extirpación de forma parcial o de forma total de la pulpa dental. Se aplica en piezas dentales que han sufrido algún traumatismo serio, como una fractura; aquellas en las que se detectan caries profundas o donde existen lesiones en el tejido pulpar.
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