Quizá te estés planteando colocarte un piercing en la lengua, en los labios, incluso en las mejillas. Sí, es una tendencia como otra cualquiera. Cuestión de gustos y de estética pero…también hay algunas cosas que debes conocer sobre cómo puede afectar el clásico elemento metálico a aquella parte de tu cuerpo que habrás de perforar para colocarlo.
Lo primero que has de saber es que el piercing es un objeto que, al ser todo un desconocido para nuestro organismo será normal que provoque un inicial rechazo. Si hablamos de colocarlo en la cavidad oral, por ejemplo, es posible que afecte a dientes o encías, entre otras cosas. He aquí una lista de posibles riesgos:
– La propia pieza artificial puede favorecer que se acumule en esa zona la placa dental o sarro.
– Inflamación de la zona donde se ha colocado el piercing, con el consiguiente dolor.
– Sangrado.
– Roturas dentales. Incluso al comer. Es más frecuente de lo que puede parecer al producirse un choque con el piercing (muchas veces metálico); y es habitual jugar en la boca con él a través de movimientos de la lengua. También puede dañar el esmalte, las encías o los empastes.
– Alteración del gusto. Puede suceder, por ejemplo, si hemos dañado un nervio en la perforación.
– Alteración del proceso de habla.
– Dificultades para masticar.
– Salivación excesiva.
– Problemas de halitosis si la presencia del piercing no permite realizar una higiene bucal completa o el mismo piercing acumula bacterias.
– Ingestión de forma accidental al soltarse. ¡Cuidado al practicar deporte!
– Deformaciones linguales.
– Úlceras.
– Alergia.
– Y lo peor de todo, cáncer oral.
La lista podría ser mucho más larga y, ante todo, el objetivo de este post es que puedas conocer posibles efectos perjudiciales para tu salud si no se tiene cuidado. Si ya llevas un piercing, te recomiendo consultar a tu dentista de confianza ante cualquier problema bucodental, Y no olvides mantener un correcta higiene, usando enjuagues bucales, sobre todo después de las comidas.
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