El hombre desde tiempos remotos ya se limpiaba los dientes utilizando pelos o plumas de animales, mascando hierba para tener un buen aliento…pero el cepillo de dientes no lo encontramos hasta el siglo XV en Asia y terminaría llegando a Europa a través de los mercaderes.
Hoy en día las posibilidades a la hora de elegir un cepillo de dientes son múltiples, según el tamaño, la forma, los materiales y otros aspectos, por no decir de si optamos por uno convencional o uno eléctrico. Aunque eso será objeto de otro post en el blog. Obviamente, este último es recomendable para aquellas personas con dificultades manuales o movilidad reducida en las manos.
No voy a recomendar ningún modelo ni, por supuesto, marca en concreto; pero recuerda que tu dentista puede ayudarte a tomar esa decisión. Por eso es una buena idea consultarle este asunto en una de las visitas habituales o en cualquier revisión.
¿Por qué es una buena idea? Sencillamente porque cada persona tiene sus propias características en la boca. Incluido el tamaño y, por lo tanto, el hueco del que dispone un cepillo de dientes para realizar sus habituales maniobras de higiene oral.
¿Qué debes tener en cuenta?
-Dureza: va por gustos, pero es obvio que no ha de ser excesiva, a riesgo de que acabe dañando el esmalte. Una dureza media es, quizás, lo más acertado y efectivo.
-Mango y cabeza. Antideslizante, flexible, de cabeza rectangular o redonda, con los filamentos ondulados, planos… Las opciones son múltiples. A tu elección, pero que el tamaño no sea excesivo para que el cepillo de dientes pueda llegar a todos los rincones de la boca. Una buena idea puede ser un modelo antideslizante. Algunos incorporan accesorios para limpiar las mejillas o la lengua.
-La frecuencia para cambiar el cepillo. Un factor muy importante con el que en muchas ocasiones practicamos la dejadez. Un cepillo de dientes tiene una vida útil que no interesa alargar; por el bien de tus dientes. Desde el momento en el que notemos que los filamentos están desgastados o que presentan una forma o disposición extraña a las iniciales, debemos de cambiarlo. De no hacerlo, corremos el riesgo de dañar el tejido de nuestras encías, por no hablar de los gérmenes que se pueden ir acumulando en su estructura con el paso del tiempo.
Unos 3-4 meses puede ser un tiempo prudencial y recomendado para, en circunstancias normales, tirar el cepillo a la basura y cambiarlo por otro.