El diente está formado por la corona, la raíz y el esmalte es la parte que recubre la corona constituido por un 96% de minerales llegando a ser incluso más duro que el hueso.
Hay que partir de la base de que los dientes en sí mismos no son blancos, su condición natural hacen que tengan un matiz tirando a marfil y pueden tener matices marrones, amarillos, incluso hasta grises.
En muchas ocasiones ocurre que el color original de los dientes se va oscureciendo poco a poco perdiendo su tono natural y saludable y ofreciendo a veces un aspecto de boca sucia. Esta pérdida de color se debe en la mayoría de los casos a la edad y se agrava por una inadecuada higiene bucal, el consumo de café, vino o tabaco así como ciertos medicamentos.
Principalmente las manchas se producen por elementos que se depositan encima del esmalte cuando éste está previamente dañado por factores mecánicos como un cepillado inadecuado con cerdas muy fuertes lo que puede provocar que el esmalte pueda llegar a estropearse, el consumo de alimentos ácidos y los vómitos que aceleran también el proceso de desgaste del esmalte o en los casos extremos en los que apenas se conserva esmalte y que deja a la vista la dentina mucho más porosa y, por tanto de más fácil pigmentación
Lo importante en estos casos es analizar cuál es el motivo de esta decoloración y, a partir de ahí, buscar la solución.
El primer paso es valorar el tipo de tinción que tiene cada diente:
Si la tinción es superficial se puede eliminar con una simple limpieza bucal.
Si la tinción es un poco más profunda entonces se pueden utilizar sistemas concretos de blanqueamiento.
No todos los tratamientos blanqueadores son válidos para todos los pacientes. Debe ser siempre tu dentista el que, teniendo en cuenta tu caso particular, te prescriba el tratamiento con el principio activo y la técnica adecuados.